¿Qué es la heráldica y la Genealogía?

Empecemos por la Genealogía. Genea, según la mitología, es la hija mayor de los fundadores de raza humana. Vivía en Fenicia con Lenus, su hermano, con el cual tuvo tres hijos, Fos, Pir y Flox, es decir, luz, fuego y llama. Del nombre de Genea se deriva la raíz del nombre de la Ciencia que nos ocupa. La Genealogía, -del griego geneá, generación y logos, tratado-, es la ciencia que estudia la serie de ascendientes de una persona, investigando las ramas ascendentes del llamado Árbol Genealógico. Bien, esta actividad, de investigación histórica se complementa, en determinados casos con la Heráldica. Pero… ,de dónde parte la Heráldica? Veamos, según la Real Academia, heraldo, es Rey de Armas, pero vulgarmente también se le aplica la calidad de mensajero o anunciante de alguna nueva. Y esto es precisamente lo que eran los antiguos heraldos, los portadores de las armas o blasón del señor a quien servían.

La HERALDICA, pues, es la ciencia que estudia y fija las normas para la correcta interpretación de los blasones o escudos de armas, -en un sentido asequible para todos-. Pero todo ello, a su vez, parte de una pregunta vital:

INTERPRETACIÓN HERÁLDICA DE LAS ARMAS CORRESPONDIENTES A LOS APELLIDOS.

La pregunta para el profano en la ciencia heráldica es cuándo y en qué circunstancias, se origina la unión entre apellidos y armas, mediante el escudo. Y la respuesta ha venido teniendo diversas argumentaciones, dividiéndose, los autores especialistas en el tema en dos bandos:

Aquellos que remontan la heraldica a siglos antes de Jesucristo, sosteniendo que ya griegos y romanos hicieron uso de escudos y linajes y otros fijan el comienzo del uso de la heráldica a la época de las Cruzadas y los torneos.

A este respecto, unos autores de reconocida garantía como los hermanos García Garraffa, señalan en su obra «Ciencia Heráldica o de Blasón»: «Las armas o armerías fueron desde sus orígenes y hasta el siglo X solamente jeroglíficos, emblemas y caracteres personales y arbitrarios, pero no señales de honor o de nobleza que trascendiesen a la posterioridad y pasaran de padres a hijos. Este nuevo significado comenzaron a tomarlo las armerías en el siglo X y como consecuencia de los torneos, habiéndose regularizado su uso y perfeccionándose su método y sus reglas en los tres siglos siguientes. No obstante, como muy acertadamente observa la Gran Enciclopedia en su página 1.136, hasta el siglo XV, con el advenimiento de los reyes de armas, jueces y heraldos, no pudo desembarazarse la heráldica de los usos y tradiciones que tendían, desde mucho tiempo atrás, a constituirla. Fue entonces cuando adquirió las reglas precisas así como un lenguaje especial que permitiera describir, con la mayor exactitud, sin el auxilio de las figuras, las armerías más complicadas. En un principio, y durante mucho tiempo, fue la heráldica un arte esencialmente práctico a los heráldicos profesionales, pero a contar del siglo XVII, y mucho más en nuestros días, la heráldica ha ido tomando cuerpo entre las ciencias auxiliares de la historia y su conocimiento viene a ser indispensable al historiador, al arqueólogo y al biógrafo.

Costa y Turell, en su «Tratado completo de la Ciencia del Blasón» (Barcelona 1.858), una de las mejores obras de heraldica, dice:

«No debe creerse que el estudio de la ciencia del blasón es sólo útil y exclusivo para los nobles. Suponerlo sería cometer un grave error. Los historiadores, los poetas, los novelistas y, sobre todo, los escultores, los pintores y arquitectos, deben saber blasonar los escudos que les pidan y los que encuentren a su paso. Sin ésto, unos y otros caerán en los errores más cómicos y deplorables: cómicos cuando estos errores sólo sirven para demostrar las equivocaciones en esta materia y la ignorancia sobre la misma; deplorables cuanto pueden contribuir a deformar la verdad histórica».

En la heráldica, blasón y armería son términos heráldicos de igual alcance puesto que ambos responden a una misma idea y representan las insignias hereditarias compuestas de figuras y atributos determinados, concedidos por la autoridad o el príncipe en recompensa de determinado servicio y como marca o distintivo del linaje premiado.

No obstante, constituiría un error suponer que todos los escudos han sido en su origen significativos y otra equivocación atribuirles a todos el carácter de una merced regia o de un premio otorgado por una autoridad soberana. La inmensa mayoría de los escudos, fueron adoptados, libérrimamente, por los caballeros y sus linajes, aunque en la mayoría de los casos siguiendo las normas de la heraldica.

Es claro que en los primeros tiempos y sin existir norma alguna que especificase el uso y significado de cada elemento en la heraldica, los que aplicaban a sus escudos de guerra o al blasón de sus casas, figuras u objetos lo hacían a su libre albedrío y sin razón alguna que justificase, más que de una forma personal, la situación o emblema que se adoptaba. Por ello, es, en muchos casos, imposible para el heraldista, conocer el por qué de tal o cual símbolo que figura en determinado escudo, y aún mucho menos la razón de su situación dentro del mismo, a no ser que con posterioridad, y ya con la intervención de algún Rey de armas o heraldo, se corrigiese aviniéndose a las normas por las que se rige la HERALDICA.

¿ Quién es la máxima autoridad en la heraldica ?

La heráldica posee sus propias normas, denominadas leyes, entre las cuales la más conocida es que no se puede juntar color con color y metal con metal; sino color con metal, o metal con color. Pero a lo largo de la historia, estas normas se hicieron tan complicadas que ni los propios señores podían interpretarlas correctamente, por lo que surgió la figura del Rey de Armas de la heráldica, un «funcionario» que se ocupaba de diseñar e interpretar los escudos heráldicos, así como certificarlos. Esta función subsiste hoy en día. Así pues, la máxima autoridad en la heraldica es el Rey de Armas, que actualmente está vacante, ya que el último Rey de Armas, Don Vicente de Cadenas y Vicent falleció en el año 2005.
El Rey de España es el encargado de nombrar Rey de Armas.