El tratadista José María de Mena, en su obra «Apellidos y Escudos sevillanos y cordobeses y que pasaron a Indias», dice acerca del origen de los apellidos sevillanos:
Los apellidos de Sevilla proceden en su mayor parte de los DOSCIENTOS CABALLEROS DE LINAJE que vinieron a reconquistar la Ciudad en el año 1248, acompañando al rey San Fernando, y que por entregar los moros la plaza completamente vacía, la repoblaron quedándose afincados en Sevilla.
Estos apellidos son, en parte, de unos sevillanos anteriores a la invasión de España por los moros, es decir, que se remontan a época visigoda, e incluso a época romana. Algunos descendientes de aquellos sevillanos del siglo VIII, después de haber vivido quinientos años en el exilio en Asturias, Galicia o León, regresaron a Sevilla. De aquellos apellidos antiguos tenemos a los MONDEJAR, los ACOSTA y los PACHECO, que son de la época romana
De la época visigoda son los apellidos GUZMÁN (del idioma germánico GUT-Mann, que significa HOMBRE BUENO); GERMAN, (HERR-MANN, que significa SEÑOR HOMBRE).
También de origen godo es el apellido FARFAN. Los de esta familia a la entrada de los moros no huyeron sino que se pusieron al servicio de los emperadores de Marruecos, como guardia personal, pero sin dejar su religión, (recordemos que siempre los más altos gobernantes autócratas han preferido tener su guardia personal, formada por gentes de otra nación. Así los Papas siempre tuvieron, y siguen teniendo, una guardia SUIZA en vez de italiana. Franco tenía una guardia MORA. Los Emperadores de Marruecos tenían una guardia CRISTIANA). Los Farfanes regresaron a España en el siglo XV, y volvieron a afincarse en la Sevilla de donde procedían.
Otros apellidos de la época de la Reconquista son de origen gallego, asturiano, castellano, catalán o navarro, de caballeros de San Fernando que aun sin proceder de familias antiguas sevillanas, deciden quedarse aquí.
También hay apellidos de origen musulmán, unos de procedencia del Oriente Medio como BENJUMEA, que es BEN-OMEYA; otros de procedencia marroquí o berebere, como MARIN. Otros de españoles viejos pero que por haber vivido bajo el dominio musulmán habían arabizado sus apellidos, como los BENEGAS, BENABA, BENABAO, ALBARRAN, ALGUJAR, GANDUL, ALJAMA y otros. Algunos eran de familias ilustres del gobierno musulmán como los ABBAS, convertidos al cristianismo.
En algunos casos, estos apellidos musulmanes evolucionan su ortografía, para no parecerse musulmanes siendo ya cristianos. Así ABBAS cambia su ortografía a convertirse en ABAD, con lo que no sólo va a parecer cristiano viejo sino incluso eclesiástico, con las ventajas que ello comporta. Algunos cambia su ortografía de B a V, como BENEGAS que se hace VENEGAS para que no se note el BEN musulmán. En este caso con notable desacierto, pues si bien el BEN es un prefijo musulmán, el EGAS era muy anterior a la invasión árabe, pues se trata del nombre godo EGAS.
Algunos apellidos entran en Sevilla en el siglo XIII tan pronto como es reconquistada y vienen los primeros extranjeros, como es el apellido CALVO que procede del primer embajador de Génova que se asentó en Sevilla y dejó aquí descendencia.
De la época en que Sevilla es la capital económica y naval del Imperio Español, nos quedan apellidos como OREJON, de los descendientes de los Incas o emperadores del Perú, a quienes se reconoció la calidad de nobleza. Hay numerosos soldados, aventureros, marinos, que van y vienen a Indias, y que a su regreso prefieren afincarse en Sevilla, y aquí crean familia y dejan sus apellidos, como el glorioso Hernán CORTES, conquistador de Méjico, que construye su casa, hoy medio en ruinas, en la plaza de su nombre, barrio de San Lorenzo.
También vienen de otros puntos del Imperio Español, no sólo de América y así tenemos, procedentes de Nápoles, Milán y otras provincias españolas de la península italiana, a los MAÑARA, FEDERIGUI, BUCARELLI, VICENTELO DE LECA, y procedentes de Flandes y los Países Bajos, a los JACOME, LINDE, LINDEN, VANDERBILDE y otros, linajes nobles de Gante, Ostende Ámsterdam.
El cambio de dinastía reinante, en el siglo XVIII trae, con los Borbones, a numerosos franceses, y más aun la revolución Francesa, de la que vienen a refugiarse en Sevilla muchos nobles exiliados, como los HUET, MARÉ, ROCHE y ROSSY. Algo más tarde y con las persecuciones zaristas en Polonia, vienen a España y se afincan en Sevilla personajes como el príncipe de ZAMOISKY, o los aristócratas ZBIKOWSKY. También de Inglaterra vienen irlandeses perseguidos por motivos religiosos, como los 0’DONNELL, y los MORRISSON, pero también ingleses y escoceses, como los PICKMANN FORT y AMBOROSY. Las revoluciones del Risorgimiento y la Unitá en Italia, lanzan sobre Sevilla una enorme ola de exiliados, unos garibaldinos perseguidos por los papales, y otros papales perseguidos por los garibaldinos. De esta inmigración son apellidos como GRACIANI, MARIANI, ASTOLFI, PIAZZA, BALBONTIN GROSSO, quienes cambian sus hábitos aristocráticos de ocio, por el trabajo y el estudio, creando en Sevilla industrias importantísimas como las Fundi- ciones de los Balbontín, y los Grosso, o fábricas de pianos como la de los Piazza. Algunos de los llegados entonces son también austriacos, como los KONRAD, que a su paso por Italia modifican la ortografía de su apellido y nos llegan como CONRADI.
Y todavía con la caída de Napoleón III, muchos de los nobles de su corte, vienen a Sevilla, refugio de la emperatriz Eugenia de Montijo. Son éstos los RISQUET, GASQUET, BLOISE Y PAVET.
LOS DOSCIENTOS APELLIDOS DE LINAJES SEVILLANOS DE LA RECONQUISTA
Después de haber estado ocupada por los moros durante quinientos años, de los cuales la mayor parte del tiempo Sevilla fue una provincia del imperio marroquí, en el año 1247 el rey Fernando III el Santo vino a reconquistarla. En su ejército figuraban milicias concejiles de León, Castilla, Extremadura, Galicia, Córdoba, y Jaén, tropas de las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan de Jerusalén, algunas huestes de Aragón y Navarra, y una tropa reducida, casi simbólica, enviada por el Papa al mando de su sobrino Micer Uberto.
En Noviembre de 1248 San Fernando ocupó Sevilla, que le fue entregada por el reyezuelo Axataf, completamente vacía, saliendo todos sus pobladores moros hacia Marruecos, o hacia el reino moro de Granada.
Una vez terminada la reconquista muchos caballeros, y las tropas concejiles y de las Ordenes regresaron a sus lugares de procedencia. Pero otros, que eran descendientes de los antiguos visigodos y mozárabes sevillanos prefirieron quedarse. También y para que la ciudad no quedase despoblada, el rey San Fernando retuvo aquí otros caballeros, dándoles casa en la ciudad y viñas y olivares en el contorno, para decidirles a quedarse como pobladores. En total el rey asentó a DOSCIENTOS CABALLEROS DE LINAJE. Cuatro años después en 1252, el rey Alfonso X el Sabio, al ocupar el trono por la muerte de su padre, se ocupó como primer asunto de gobierno, de revisar el poblamiento de Sevilla, y ratificó las donaciones de casas y terrenos, y repuso algunas vacantes que se habían producido, de tal modo que volvió a haber DOSCIENTOS CABALLEROS pobladores, cuyos nombres se escribieron en el llamado «Cuaderno del repartimiento».
De estos DOSCIENTOS descienden la mayoría de los sevillanos, pues como hemos dicho la ciudad fue vaciada de moros.
La Lista de los DOSCIENTOS CABALLEROS DE LINAJE, tomada del «Repartimiento» es como sigue:
Abanades, Alonso, Encina o Encinas, Esparza, Aceves, Álvarez, Acevedo, Amaso, Flechilla, Adán, Arcayos, Aretiz, Faceves, Formicedo, Fenestrosa, Aguilar, Aguaray, Arias, Fernández, Fortún, Alarcón, Armenta o Armencia, Ferrán o Ferrand, Fragoso, Alardo, Arnalt, Arnaud o Arnao, Ferrández, Frechilla, Alava, Avia, Ferrera o Ferreras, Fuentecirio, Alcalá, Ayala, Feznalfarache, Fusiellos, Alcániz, Aybarana, Fita, Alcázar, Ayllón, Alfonso, Aznalfarache, Alguacil, Aznárez, Gaceo, Gil, Galicia, Giménez o Jiménez, Gallego, Guillén, Baeza, Bohiga o Boyga, Gálvez, Gustioz, Banades, Boica o Boiza, Gamarra, Gutiérrez, Baso o Bazo, Bordallo, García, Baza, Borni, Bebián, Botón, Berrueces o Berruezo, Brión, Hacániz, Hoyos, Blanco, Buiza, Halconero, Hurones o Furones, Blázquez, Henestrosa o Hinestrosa, Hurtado, Hita, Husillos, Cabezas o Cabeza, Cavaleras, Cameno, Cedano o Sedano, Ibáñez, Iñiguez, Campana, Cebrián, Ibatana, Campo o Campos, Cillero, Canaleja, Cipriano, Cansado, Cohorcos, Jiménez, Juanes, Carado, Corrucho, Jordán, Juárez, Carrillo, Cotediano, Casado, Cuadro o Cuadros, Castro, Cuenca, Laces, Lobaña, Lechauri, López, Dabanades, Lencina, Lores, Doria, León, Luna, Davia, Doscrino, Liveri, Lusía o Llusía, Díaz, Doviñal, Madrid, Medina, Madrigal, Medinaceli, Maestre, Meléndez, Magro, Melgar, Malo, Mena, Manciles o Mancilla, Mendoza, Marchena, Miguélez, Martín, Montemolín, Martínez, Montogín, Matierra, Morillo, Mazuelos o Mazuelo, Muñoz, Navarra, Negrillos, Navarro, Negro, Negas, Núñez, Ochoa u Ochova, Orozco, Olea, Ortiz, Ordóñez, Oscrino, Oria, Osorno, Páez, Pérez, Palacios, Piédolao, Piédrola, Pancorbo, Porcioles o Porcoles, Páramo o Pártamo, Portugal, Pardiño, Pozuelo, Peláez, Quintana, Quintanilla, Rabadán, Rodrigo, Rabanales, Rodríguez, Rabea, Roita o Arroita, Rabera, Romero, Ramírez, Romo, Rebolledo, Roniz, Revilla, Ribiella, Rioseco, Roiga, Ruiz, Sahagún, Sánchez, Sanlúcar, Santa Cruz, San Esteban o Santisteban, Salado, Tablada, Torre o Torres, Tafur, Tremello, Tamayo, Tremenos, Téllez, Tudela, Toledo, Valderrama, Vilches, Valdesauce, Villafarfán, Valencia, Villafarta, Valigán, Villagarcía, Valladolid, Villagómez, Vargas, Villamayor, Vaso, Villaodre o Villodre, Velasco, Villalta o Villarta, Velázquez, Villasandino, Vélez, Viñal, Sarado, Serna, Servicial, Solaceno, Solorzano y Suárez
De estos apellidos hay una heráldica manifiesta de sus linajes.